viernes, mayo 29, 2009

Simplemente un empleado público

Pero pobre de ellos. ...
Creen que los que no aparecemos en las primeras planas de los diarios ni en la segunda, ni en ninguna, no existimos, y que en definitiva se podría prescindir de nosotros.
El empleado público, ese hombre que sale todos los días a la misma hora, que vuelve todos los días a la hora de siempre. Un símbolo de rutina; un ser que no ve más allá del rectángulo de su ventana, por la que mira el mundo en un instante en que su jefe no está y en que hurta un pedazo de tiempo propio como si fuera ajeno. Una figura gris.
Pero... pobre de ellos, de los que nos compadecen porque creen que porque aún no habiendo obtenido un título profesional, ni médico, ni abogado, ni profesor, ni ingeniero, habríamos podido tener las piernas de Pelé, el puño de Monzón, los brazos de Vilas, la mente de Boby Fischer... la garra de Fangio, y no, nada, ni ninguna de esas cosas.
Simplemente somos el tornillo de un engranaje de los tantos que impulsan la complicada máquina de la administración pública.
No "llegamos", suponen, porque la televisión no nos muestra ni la radio nos pregona, que no existimos y que vivimos una tremenda tragedia aplastados por el anonimato...
Pero, pobre de ellos, los que nos compadecen y nos ignoran y nos pintan de gris, cuando nos pintan; pero qué saben de lo que hay dentro de un humilde rutinario empleado público.
Se asombrarían de escucharnos decir que nos sentimos realizados, porque en definitiva estamos dedicados a ganarnos la vida, de esa forma y lo conseguimos. Cumplir con la labor por la que se nos paga, de cuyo producto vivimos y vive nuestra familia es, sépanlo todos, una forma categóricamente digna de realización.
Yo salgo a la oficina cantando. .... He dejado a mis hijos con lo necesario para el desayuno para el viaje a la escuela, para comprar sus útiles; a mi mujer con todas las caldeas domésticas prendidas, los guardapolvos de los chicos, la comida del día, lavado, planchado, todo en marcha. Y mientras voy esquivando el tránsito derecho, suponen que como un "robot" a mi oficina, sueño, proyecto, recuerdo, hablo conmigo mismo.
El éxito lo llevo en este mundo chiquitito, adentro; allí fulge mi sol del día domingo, con mis hijos remontando un barrilete, o empujando la hamaca de los más pequeños, allí llevo a mi mujer en la imagen maternal de cada rato.
Llevo los cuadernos y los boletines; llevo la satisfacción de ser honrado; de no estar aprovechándome de nadie; de no vivir del esfuerzo ajeno; de no envidiar el éxito fácil; de no querer más de lo que mis posibilidades físicas, mentales y económicas permiten.
Que nos creen resignados, pero pobre de ellos. ... No somos ovejas de un redil. El empleado público, es un hombre que sigue siendo hombre en toda la plenitud de su humanidad, inclinado sobre un escritorio, pero erguido en su propia estatura y créanme contento.
Que somos una forma gris fracasada, pero pobre de ellos, yo vuelvo del empleo y al entrar en mi casa, soy Pelé..., Travolta,.... Boby Fischer... Ernesto Sábato; Leloir; Fangio; Monzón ... todo junto, porque simplemente soy un hombre honrado, un padre responsable; un marido feliz: un hombre bueno.

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